La Ejecución
La ejecución del gallego, un alemán, un francés y fueron condenados a muerte en la misma prisión y para el mismo día.
Siguiendo la costumbre del lugar se les permitió escoger, justo antes de morir, una de tres posibles formas de ejecución:
1. Tiro en la nuca, para una muerte rápida.
2. Decapitación, para una no tan rápida.
3. Inyección del virus del SIDA, para una muerte realmente lenta.
El turno de escogencia se haría por orden alfabético según el gentilicio: alemán, francés y gallego (A-F-G), así que le tocó escoger primero al alemán. No dudó ni un segundo, dijo tiro en la nuca, y lo recibió al instante, y al instante murió.
El francés, de ideas realistas trasnochadas y admirador de María Antonieta, escogió la decapitación, y enseguida lo subieron a la guillotina le cortaron la cabeza.
Cuando los guardias se dirigieron al gallego, no pudieron menos que asombrarse al verlo en el suelo torcido de risa. Tanto se reía que apenas pudo balbucear:
.- A mí denme la inyección de SIDA.
Y un par de verdugos lo complacieron. Pero entonces el gallego se rió aún más y con más fuerza, y para asombro de sus verdugos les pidió que le pusieran más de lo mismo. Lo hicieron, y el gallego ya casi que se moría de la risa. Intrigados, los verdugos le preguntaron qué era lo que tanta gracia le hacía, a lo que el gallego, entre carcajada y carcajada, contestó:
.- Ostias, ¡qué imbéciles sóis! ¡¡Si tengo puesto un condón!!