En el inicio fue el humor. El nombre propio del género cómic aparece de las comics strips (tiras cómicas) que generalizaban los diarios y hoy es empleado, como escribe Pablo De Santis en su libro La historieta en la edad de la razón (Paidós), inclusive por “narraciones que no tienen nada de humorísticas”.
Para el caricaturista José Muñóz, uno ejerce el humor diariamente para proteger el pellejo de la salud mental, “lo precisamos para aligerar el vapor de la gansada de nuestra historia colectiva”. Carlos Garaycochea especula al humor como un ilusionista: “alguien que te da vuelta una cosa y expone algo que no pensabas”. Fernando Sendra, por su parte, señala que si a un chiste hay que exponerlo, entonces el chiste es malo. “El humor es un código que cada autor logra crear y es el lector quien tendrá que decodificarlo. Por eso es un placer intelectual”, ultima.
Manuel García Ferré piensa que el humor universal es mucho más complicado de abordar que el humor político o chocarrero porque es un resumen de sensibilidades: “El chabacano llega a más gente porque hay mucha más gente con menos cultura, con menos sensiblería. Pero el verdadero humor y imagenes con frases es el que se propaga por medio de idiomas”, señala.
Invitados al Salón de Libro de París, estos concernientes del humor gráfico argentino corrieron reunidos por Clarín para batallar sobre las dificultades que hallan hoy para desarrollar su trabajo. Horacio Altuna está persuadido de que el mayor inconveniente del humor es que derrumbe en lo políticamente correcto.
Es resultado de un público entrenado y ansioso de humor. Fíjate que no debe haber páginas más caras para publicidad que las contratapas de los diarios y están consagradas al humor. Altuna: Asimismo habría que decir que hay humoristas que hacen recapacitar y políticos que dan risa. Sendra: O la pregunta que tendría que hacerse es por qué los argentinos tuvimos que decir en manera de humor lo que tal vez no se lograba decir en serio.
Para el caricaturista José Muñóz, uno ejerce el humor diariamente para proteger el pellejo de la salud mental, “lo precisamos para aligerar el vapor de la gansada de nuestra historia colectiva”. Carlos Garaycochea especula al humor como un ilusionista: “alguien que te da vuelta una cosa y expone algo que no pensabas”. Fernando Sendra, por su parte, señala que si a un chiste hay que exponerlo, entonces el chiste es malo. “El humor es un código que cada autor logra crear y es el lector quien tendrá que decodificarlo. Por eso es un placer intelectual”, ultima.
